lunes, 27 de junio de 2011

PLAYA, MAR


La relación que uno establece con un libro es siempre personal e intransferible. Tiene que ver con nuestras vivencias, nuestros recuerdos, nuestros deseos, nuestros sueños. Hay libros fáciles de recomendar, porque nos parecen universales. Otros no lo son tanto por diversas razones: porque nos tocan en lo más íntimo o nos llevan a lugares donde nos da miedo entrar o nos desvelan partes de nosotros mismos que desearíamos no reconocer.

El libro del que os quiero hablar hoy pertenece a los primeros, a los universales. Me lo enseñó su autor,Bernardo Carvalho, cuando nos vimos en Bolonia. Después de haberme enamorado de su "El mundo en un segundo", estaba dispuesta a caer rendida ante "Praia Mar". Y así fue.Un libro sin palabras. Las ilustraciones no tienen que ver con ninguno de sus libros anteriores. Me remiten, inevitablemente, a "Dos mujeres corriendo en la playa" de Picasso, por los volúmenes, por los colores.
Me remiten, también inevitablemente, a mi infancia, a todas aquellas tardes de verano en las playas del norte. A todas las tardes del presente, también.


A las toallas, retales dispersos de color sobre el fondo de arena, cuando la marea está baja. Los charcos entre las rocas repletos de tesoros animales y vegetales. Los charcos en la orilla, agua caliente donde sentar a los bebés con sus cubos y sus palas. El progresivo desplazamiento de sombrilla, zapatos, bolsas a medida que las olas van conquistando terreno. La franja de arena se va volviendo invisible, los retazos de color cada vez más abundantes, más apiñados. Los niños construyendo pequeñas murallas de arena que el mar deshace, indiferente.

El baño, saltar las olas -ahora grandes, ahora pequeñas-, hacer el pino, hacer el muerto, escalar a las rocas ya rodeadas de azul.
Días de playa, universales en el Atlántico, retratados sin palabras en Praia Mar. Un placer para los sentidos, para la memoria. Azul, negro, rosa, blanco. Bernardo Carvalho. Planeta Tangerina.



Praia Mar. Bernardo Carvalho. Planeta Tangerina, 2011
La editorial ha desarrollado una guía de trabajo para el aula que podéis consultar aquí: http://www.planetatangerina.com/publico/4_pdfs/prop_prof_praia-mar.pdf
El libro está disponible en nuestra página web, en la sección Libros>Para todas las edades

miércoles, 15 de junio de 2011

UNA TEMPORADA PARA SILBAR


El título. La cubierta. La primera frase de la sinopsis que figura en la contraportada, parte de un anuncio por palabras de un ama de llaves que ofrece sus servicios: “No cocina, pero tampoco muerde”. Todo en este libro prometía, y eso a veces es un riesgo enorme, pues toda expectativa es susceptible de ser confirmada o defraudada.

Tras la lectura de los primeros capítulos uno es consciente de sumergirse en una obra perfectamente estructurada, con una prosa que te envuelve y te traslada un siglo atrás a los polvorientos veranos de Montana. Lo increíble del caso es la pérdida de esa conciencia, el momento en que sientes que estás leyendo sobre una infancia que no has vivido pero que es parte de la tuya propia, y crees haber cabalgado cada mañana hasta la escuela entre la nieve, peleado a puñetazos en el patio de la escuela y haber esperado con impaciencia la llegada de un cometa Halley que para ti pasó 75 años después, de manera bastante menos significativa.

Cuando el libro acaba, se rompe la magia y uno sólo desea regresar. Regresar a la niñez, ser capaz de revivirla con la intensidad con que lo hemos hecho mientras leíamos aunque no fuera la nuestra. Siempre nos queda el consuelo de silbar.

Una temporada para silbar. Ivan Doig. Libros del Asteroide, 2011.


domingo, 5 de junio de 2011

De ruedas, cigüeñas y tejados.


Me lo recomendó una amiga librera: "Todo un clásico", me dijo; "lo que no sé es qué tal le habrán sentado los años". Así que, ni corta ni perezosa, lo añadí a la carta de los reyes magos para mi hijo Darío. No le prestó mucha atención cuando abrió el paquete; incluso esbozó una tímida protesta cuando les propuse que fuese nuestra nueva lectura en voz alta. "Leemos un par de capítulos, y si no os gusta lo dejamos" -insistí. Aceptaron.

La historia trancurre en Shora, una aldea de pescadores holandesa, a mediados de los años cuarenta. En la escuela hay apenas media docena de niños, las condiciones de vida son duras, rayando la supervivencia. Lina, la única niña de la clase, le pregunta al maestro una mañana por qué no hay cigüeñas en su pueblo y sí en todos los de alrededor. Éste, en lugar de dar una respuesta clara, les anima a investigar. Así se inicia esta aventura a la que se verán arrastrados todos los habitantes de Shora, y nosotros -lectores- con ellos.
Una vez llegados a este punto, ya no pudimos abandonar la lectura. Nos planteábamos infinidad de preguntas, como Lina. Mis hijos querían saber exactamente cuánto medía una cigüeña, un nido de cigüeña, las rutas de migración. También por qué no hay cigüeñas en Asturias. Pero sobre todo, les producía una inmensa curiosidad y cierta perplejidad lo diferente de la vida de esos niños comparada con la suya propia. La escasez de medios (los niños pasan una cuarta parte del libro buscando una rueda que ya no resulte útil en el pueblo, misión prácticamente imposible), la relación con sus padres, incluso la libertad de la que disfrutan.
Mi colega librera tenía toda la razón: todo un clásico. Ahora puedo confirmar, sin lugar a dudas, que ha sobrevivido al paso del tiempo. Y recomendarlo.

Una rueda en el tejado. Meindert DeJong; il. Maurice Sendak. Noguer, 2010.