lunes, 27 de julio de 2009

viernes, 24 de julio de 2009

aubrey

¿te acuerdas?

sábado, 18 de julio de 2009

pequeños tesoros

Lo que más me gusta de la película Amelie, de Jean Pierre Junot, es la presentación de la protagonista a través de las cosas que más le gustan: descubrir detalles que nadie ve en las películas, hacer rebotar piedras sobre la superficie del agua y, sobre todo, meter la mano en el saco de las legumbres. Desde que la vi, cuando voy a una de esas pequeñas tiendas de comestibles en las que todavía se puede comprar a granel, me fijo en los niños: casi siempre, nada más descubrir los sacos, hunden su manita en ellos para sentir los garbanzos, el arroz, las lentejas, el maíz. Yo acabo imitándolos, medio escondida, envuelta en la sensación que me produce su tacto y el pudor de que alguien pueda descubrirme. No sé por qué cuando nos hacemos adultos perdemos el gusto por aquellas pequeñas cosas que de pequeños nos fascinaban. Sospecho que, en realidad, intentamos olvidarlas porque nos da un poco de vergüenza disfrutar con ellas siendo tan grandes (y tan tontos).

Cuando unos años después descubrí el libro Me encanta, me quedé encandilada. Su autora, Minne, hace un repaso por las sensaciones que recuerda de su niñez, que Natalie Fortier ilustra magistralmente, con su personal estilo de bocetos en apariencia inacabados y descuidados, con rostros que sorprenden por su capacidad de mostrar una variedad de emociones con trazos sencillos.



Mis preferidas, aquellas que me han devuelto secretos olvidados:

"Me encanta estar de pie en la orilla, y que las olas se lleven la arena bajo mis pies y se haga un pequeño remolino".

"Me encanta el sonido de la lluvia, al caer sobre mi paraguas rojo".

"En la parte de atrás de la casa de la abuela hay una cuesta con hierba. Me encanta lanzarme por ella y rodar. El otro día rodamos juntos, abrazados, mi hermano y yo, y fue aún mejor".

"Poner los pies encima de los zapatos de papá y caminar juntos por el salón".

Algunas, las he recuperado, intentando vencer el pudor. Otras, ya imposibles, se las regalo a mis hijos. A los que por cierto, les gusta este libro tanto como a mí.

Me encanta. Minne, il. Natalie Fortier. Madrid: Kókinos, 2004.

sábado, 11 de julio de 2009

un año más

Pasa otro año, y sigo sintiendo que este nuevo número no dice nada de mí. No es que me sienta más madura, ni más infantil, ni más joven, ni más vieja. Es simplemente, que considero la edad una etiqueta.
Miro a mi alrededor. Si me fijo en la cifra, tengo entre mi gente todo un espectro que tiende a infinito. Sin embargo, esto no condiciona mi relación con ellos.
Con los libros, pasa un poco igual. En un momento en el que lo que importa es la juventud, es decir, la novedad, los libros que tienen dos o tres años se consideran obsoletos. Pero que alguien venga a cuestionarme la "modernidad" de las ilustraciones de Pequeño azul, pequeño amarillo , de Leo Lionni; o del álbum Donde viven los monstruos, de Maurice Sendak; o de cualquiera de las maravillosos textos de Arnold Lobel.
Cada persona construye su camino, desde la sabiduría de su momento. Los libros forman parte de él, como pequeños pasteles que nos dicen "cómeme", y nos ayudan a hacernos grandes, o pequeños, según la necesidad del momento.
Es lo que nos hace ricos e irresistibles.