Los libros
no son para mirarlos,
son para tocarlos,
abrirlos,
y leerlos,
que es como entrar en ellos.
Prueba y verás.
Te recuerdan
a cuando viajas
a una ciudad diferente,
y todo parece nuevo,
sorprendente,
y hasta un poco misterioso
A ese poema le siguieron otros, y me maravillaba cómo, instantáneamente, las palabras nombraban sentimientos y creaban imágenes detrás de mis ojos, dejándome la sensación de estar experimentando un dejà vu.
Semanas más tarde Guillermo, uno de esos seres especiales que pululan por nuestro bosque y que han acabado por ser amigos, con quien comparto pasiones musicales y literarias, me comentó lo sorprendente que le resultaba este libro de Karmelo Iribarren, tan alejado de su temática amorosa. Yo caí en la cuenta de que no había reparado en quién lo había escrito. El desconcierto inicial fue sustituido por un reconocimiento de lo esencial: esa aparente sencillez que nos deja poemas limpios, certeros. Esas imágenes que nos acompañan, que reconocemos y recordamos una y otra vez.
El libro está repleto de objetos y sentimientos cotidianos. Los poemas de Karmelo y las ilustraciones de Cristina Müller nos invitan a contemplarlos y contemplarnos desde otro lugar en el que nunca habíamos estado y del que nos costará regresar.
bolsa de plástico
Mírala
ahí
en mitad de la calle
sola
quieta
temerosa
de que aparezca el barrendero
soñando
con un poco de viento
para sentirse
nube.
Versos que el viento arrastra. Karmelo C. Iribarren; il. Cristina Müller. Editorial El Jinete Azul.
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